domingo, 16 de noviembre de 2008

de amores y hechizos

Hace unos meses decidí releer el libro Tristan et Iseult, en la adaptación que René Louis hizo de los textos de los siglos XII y XIII al francés moderno. Inicialmente, la intención era traducirlo al castellano, puesto que esta versión concreta no se encuentra en nuestro idioma y me parece muy bella: se centra en la historia de amor de los personajes, lejos de los entornos artúricos que otros han considerado. El caso es que la novela, como tantas y tantas veces ocurre con ellas, cambió con mi edad, y, de pronto, me vi odiando intensamente a una desquiciada Iseo, que, como el perro del hortelano, ni ama ni deja de amar a Tristán, y acaba por conseguir, sin querer queriendo, desterrarlo. Al final, ambos mueren: ella se suicida, pues le cuentan que él ha muerto, y él lo hace al conocer la noticia. La historia me hizo pensar en cuántas ocasiones he creído ver amor, cuando en realidad sólo era un hechizo, y cuántas veces me han dicho por activa y por pasiva que algo era una baratija, pero sólo he visto oro, hasta que me he dado de morros con la realidad. Tal vez escribir sobre lo que veo, siento o vivo me ayudará a averiguar dónde está el amor, y dónde el hechizo.