domingo, 25 de abril de 2010

La peor de las injusticias

Hace unos días leí a mi querida sísifo una entrada sobre la indignidad de la muerte por "puntos suspensivos”, y explicitaba su intención de no polemizar políticamente por el tema de la Memoria Histórica.

Le contesté, pero no he querido pasar de puntillas por este tema en mi blog.
Yo sí soy más “polemista”, y considero que hasta respirando politizamos, porque, desde el punto en que somos animales sociales, somos políticos. No creo en la “apolítica”.
Pero es que creo que la Recuperación de la Memoria Histórica supera este discurso sobre la politización de la vida judicial y/o civil.
Mi abuelo tuvo la suerte de que le conmutaran la pena de muerte. El cura lo ayudó. Sin embargo, ¡cuánta gente no tuvo esa ayuda, y “descansa” abandonado en algún punto kilométrico de una cuneta!
Familiares míos y amigos han muerto, y yo sé dónde están. Si me apetece, voy donde sé y les pongo flores, les hablo... ¿Y la gente que no sabe dónde poner una flor, dónde rezar?
Los hombres enterramos a nuestros muertos en lugares donde honrarlos. No somos como el resto de animales. Todas las culturas tienen un lugar especial donde acudir. El peor castigo que se puede dar a alguien es quitarle ese derecho. Es arrancarlo socialmente de su grupo, rebajarlo a la categoría de animal.
La Dignidad de “los vencidos” tiene que estar a la altura de la de “los vencedores”. Ni siquiera por encima: a la misma altura.

Por eso creo que, más allá de castigar a los “vencedores” se trata de devolver la Dignidad y la “Condición de Humano” a los “vencidos”. Estoy oyendo hablar de 113.000 personas. Eso quiere decir que hay 113.000 familias a las que se les ha extirpado esa condición a lo largo de varias generaciones. Me parece una barbaridad que un sector de la sociedad (según encuestas de ayer, prácticamente el 50%) considere que no hay que seguir adelante con este tema, y cuanto más se insiste en él, más beligerante me siento, y más ganas tengo de gritar. Me parece, simplemente, la peor de las injusticias.

sábado, 17 de abril de 2010

De la maternidad...

Educar a los hijos es uno de los trabajos más duros que hay. Nos preocupamos permanentemente de que hagan sus deberes, de que vean o no algo en la tele, de que se comporten como personas, de que crezcan, en definitiva, en todos los sentidos…

A veces tropiezo en esa desesperación del “no hago lo suficiente”, sensación que supongo tenemos todos los padres. Entonces, ahí aparece mi hermana, madrina “de facto” ahora, y mucho más consciente, a la fuerza, de tantas y tantas cosas que antes veía, por decirlo de algún modo, desde la barrera. Ella me da ánimos al hacerme ver cómo, aunque no me dé cuenta, les voy inculcando ese interés por la música, la lectura, la cultura en general, los valores intangibles que luego permitirán que sean capaces de decidir y evolucionar por sí mismas… como hicieron mis padres por mí, sin ninguna duda.

Vi recitar a Altea hace unos días, en un homenaje a Miguel Hernández. Se había levantado la primera, nerviosa por la responsabilidad que había aceptado. Su cara era la de la felicidad por el trabajo bien hecho al recibir los aplausos de después.

Veo ahora a Yaiza bailando una danza que, hace más de veinte años, bailé yo. Me veo yo misma en esas espardenyes… y la veo disfrutar, buscar la perfección en los movimientos… Ese trabajo sólo lo verá recompensado un día a final de curso, después de todo el año de trabajo. Y sin embargo, de lunes a viernes durante varias horas, se dedica con cuerpo y alma.

A veces es verdad que hay que dar dos pasos atrás, olvidar por un momento la responsabilidad, y tomar perspectiva para ver que el trabajo duro y constante tiene sus recompensas: las veo ahí, tan mayores… debo estar haciendo algo bien, al fin y al cabo.

sábado, 10 de abril de 2010

De la memoria...

Hace unos días me cambié de móvil. Ahora tengo uno de esos táctiles, super-mega-modernos… llevo desde entonces, y poco a poco, intentando hacerme con esa novedad, que a mí me está costando tanto y que, de buen seguro, mis hijas resolverían en diez minutos…
El caso es que esta mañana me he acordado de que los mensajes que tenía en el antiguo teléfono no los tengo en éste, y he querido aprovechar para hacer un poco de limpieza (es que no he sido capaz de conseguir cambiarlos de uno a otro…)
Me he cruzado con esos mensajes que envío cuando voy y vengo de Barcelona, avisando a la familia que llego a destino, y los que ellos me envían, mostrando su alegría en un caso, su tranquilidad en el otro… con los saludos con mi gente, nuestros avisos y buenos deseos… cómo no, con publicidad…
… de pronto he tropezado con un deseo de “hora corta”, para pasar a la desesperación por localizar a gente, la aceptación de la realidad al comunicar horas y pautas…

Estos meses he venido viendo fotos, vídeos, con esa tranquilidad que aportan los buenos recuerdos, al fin y al cabo. Pero había olvidado el momento justo en que recibí la noticia. Hoy me he situado en el punto exacto de la acera, frente a mi trabajo, en que grité de impotencia cuando empecé a sospechar que algo no iba bien. Me he encontrado en el lugar en que me aparté con el coche de la calle y recibí la certeza. He visto el arcén en que me paré para dar yo misma la noticia…



...me ha sorprendido todo lo que uno llega a guardar en la memoria del teléfono para aligerar la propia…


jueves, 8 de abril de 2010

Del oro, el amor y las piedras


Como escribí en mi primer post, en la vida solemos dejarnos engañar por el oro que resulta ser chatarra, por el amor que sólo es hechizo...


Mi hija me contó un chiste el otro día: el hombre no es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, sino el ciempiés, que tropieza, y tropieza, y tropieza…


Llámenme ciempiés… pero tan pronto mi última patita pase la piedra, aún tropezando, continuaré adelante, adelante, siempre adelante.

sábado, 3 de abril de 2010

de la Amistad

Un amigo aparece siempre en el momento más inesperado, en la situación más inimaginable.


Entrar en una web con un nick permite abrirse al mundo manteniendo el anonimato y la intimidad, pero la esencia de la persona se hace siempre patente: uno es como es en el fondo, aún disfrazado de personaje ficticio: “aunque la mona se vista de seda…”

Detrás de toda la paja, de la gente anodina o poco interesante, de los farsantes, de los fanfarrones que uno siempre conoce en cualquier circunstancia, siempre hay grandes personas con quienes vale la pena compartir buenos ratos de conversación, aunque sea por escrito, aunque no se conozca su voz, ni apenas su rostro.

Lo que empezó como un divertimento anónimo me ha permitido ampliar mi círculo. Siempre he pensado que la Amistad es uno de los auténticos sacramentos vitales, así que espero saberla alimentar como corresponde...

A mi Chicosol y mi Boomboom.