sábado, 21 de noviembre de 2009

Carta de "Corro" y Rosalía a Miguel Hernández



Querido Miguel,

Rosalía y yo, aquí, juntos en nuestra Orihuela, en el cementerio local, abrazados para la eternidad nuestros esqueletos secos de carne y plenos de recuerdos de nuestra juventud, de nuestra madurez, de todos los años unidos en los que tantas historias nos llenaron de tristeza, angustia y felicidad (es decir, de vida) entretenemos las horas hablando larga y reposadamente sobre los ecos que nos llegan del otro lado del frío mármol.
En el cráneo ya seco todavía tenemos frescos los paseos por la Glorieta, con vosotros dos, en tiempos tan lejanos, y entre los restos de mis dedos guardo los poemas que nos escribiste, y las fotos que nos hicimos, y que malas personas me arrancaron con promesas que luego incumplieron. Y recordamos mi rechazo a viajar a Rusia contigo, que Rosalía aún me agradece. “¡qué hubiera hecho sin tí!”, me dice, recordando nuestros nueve hijos…
Josefina tuvo que salir de Orihuela por ser la “mujer del rojo”; yo me salvé del fusilamiento por mi trabajo en el Oratorio (¿recuerdas? Esa fue la excusa que te puse para no hacer aquel largo viaje contigo) y me quedé en mi casa, con mi mujer, y perdimos contacto con la tuya (tan joven, con un hijo pequeño y sola…).
Creíamos que el tiempo habría curado las heridas que en aquellos entonces nos rompieron por dentro, pero ya ves, aquí nos vemos, yaciendo los tres en el frío hueco, removiéndonos de dolor con tanto desencuentro.
Ni siquiera una celebración en condiciones te permiten ahora, peleados todos mientras dicen que te quieren.
Nada ha cambiado tanto, Miguel, como para que podamos descansar en paz ninguno, ¡qué lástima!, tantos años después…
Esperemos a los doscientos… tal vez aún alguien se acuerde de nosotros.

Un abrazo de tus amigos

Francisco “Corro” Blasco y Rosalía Mateo.

sábado, 3 de octubre de 2009

Octubre

Una vez, cuando estuve en Inglaterra cuatro semanas, pude comprobar cómo el tiempo se puede ir alargando, alargando, como una bolita de plastilina de la que sacas un “churro” y según la haces rodar, más largo se hace, y aunque parezca mentira, crece y crece.
Realmente el problema se centraba en lo mal que nos trataban en general, por lo menos eso sentíamos, y el hambre que pasábamos: nos alimentaban con sencillos sándwiches de un cuadradito de pan de molde, partido en 2 triángulos, con extrañas finas lonchas de no-se-sabe-qué, una bolsita de patatas con sabores (nunca visto hasta entonces en España) y una botellita de refresco que parecía esencia de medicina con gaseosa; y para cenar, verdura hervida con kétchup (en función de la cantidad de salsa que le poníamos conseguíamos variar el sabor…).
Por aquellos entonces, teníamos una fecha clara de partida, y cada día marcábamos el calendario para ver el avance temporal de nuestra aventura. Las fotos de las últimas horas retratan las caras más alegres de todo el grupo de aquel curso veraniego.
Era julio. El julio más caluroso en muchos años en Oxford. Y el julio más largo de mi vida. Recuerdo que tanto me afectó que mis padres apenas me conocieron a mi vuelta, y estuve enferma durante el resto del verano, afectada por la mala alimentación y los nervios.

Esta vez ha sido muy distinto. Septiembre se ha convertido no ya en el septiembre más largo de mi vida, sino en el peor mes de todos los tiempos. 30 días que se han eternizado… de hecho, creo que aún continúa siendo 3 de septiembre, o 9, o 16… Tal vez los tres son el mismo día, que se ha ido repitiendo, y no soy capaz de buscar o de ver el final, no hay un calendario que marcar, porque no tenemos fecha de vuelta, sólo de inicio.
Después de pasar dos semanas entre lágrimas, sólo alteradas por gritos o por lamentos en voz baja pero tan dolorosos como los primeros, he pasado otras dos semanas entre lluvia, sólo alterada por truenos, más o menos cercanos, más o menos fuertes, siempre acompañados de ríos de agua que bajaban por las calles, de la mañana a la noche, provocando montones de daños; y de la sensación de eternidad que provoca el cielo permanentemente gris y amenazador.

La bolita de plastilina que se formó a principios de septiembre sigue y sigue creciendo.

Sin embargo, hoy es 3 de octubre. Hace sol. Ha vuelto el calor. Y ayer pude felicitar el cumpleaños a un queridísimo amigo, al que perdí la pista hace años, y al que la Flor Azul, con su 3 de septiembre, me volvió a reunir.

Septiembre ha terminado por fin. Ha empezado un nuevo mes. Tal vez consigamos que el “churro” de plastilina deje de crecer, o, por lo menos, lo haga más lentamente.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

"¡y en tiempos de crisis!"

He vuelto a ver la noticia en televisión: "huelga en el sector agrario". No voy a comentar este titular, ni el contenido; no tengo ninguna intención de entrar a valorar si sí, o si no, por qué, o por qué no.

Estoy harta de ver siempre lo mismo.

¿Es que nadie se ha dado cuenta?

¿No hay ningún político, periodista, comentarista, columnista o colaborador que piense (y diga, grite!) que es absolutamente indignante que se pongan a tirar lo-que-sea-que-alimente al suelo como reclamación?

¿Ninguno de los afectados (que no niego que lo son) ha pensado en hacer valer sus derechos dando algo de bien a quien lo necesite incluso más que ellos? ¿De verdad creen que su leche, tomates o frutas, no merecen acabar en la boca de alguien sólo porque otro alguien, a quien “le sobra” no les paga lo suficiente? ¿que el mejor final de algo mal pagado es el suelo, en lugar del estómago de un necesitado?

Hemos pasado de gritar “¡pecado!” al caerse un trozo de pan al suelo y no recogerlo, darle un beso y comerlo, al despilfarro descarnado e insolidario. Los representantes sindicales debieran pensar en algo más que en sus propios intereses (que todos sabemos que los tienen, sobre todo los que los hemos conocido desde “dentro”) y quitarse esa burda venda de los ojos para ver que hay algo más allá que la reclamación de un colectivo, y es la necesidad de un colectivo aún mayor, millones de veces mayor. Es más, que una reclamación regalando kilos de lo-que-sea-que-alimente puede calar mucho más en el gran público (esta idea se la regalo).

Y alguien apostillaría “y en tiempos de crisis”. Pues sí, si es necesario, ya que esto sí parece llegarnos al fondo, lo firmo yo: “¡y en tiempos de crisis!”.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Pre-adolescencia

Es curioso cómo los intereses socioeconómicos, poco a poco, han ido cambiando su diana, bajando en la escala social hacia los más pequeños.


Me ha llamado la atención especialmente por las preocupaciones “pre-adolescentes” de mi hija de cara a la entrada en el instituto: resulta que me la llevé para hablar “de cosas de chicas” una tarde, y sólo hacía que pensar en sus peinados, en su ropa… Yo no entendía nada, porque en mi casa, ni siquiera cuando yo tenía su edad, no se practica el “shopping”, ni le tenemos especial aprecio a una u otra marca de lo que sea, y así lo hemos venido viviendo con ella… hasta ahora.

Al salir el primer día del instituto, me confesó que su sorpresa había sido mayúscula al ver que “podía vestir tejanos y calzar deportivas”. No el cambio de clases, o la cantidad de profesores, o gente nueva: la normalidad, la continuidad entre el conocido colegio y el desconocido instituto era lo único que le llamó la atención el primer día.

Ahí la sorprendida fui yo: llevamos años preocupándonos de lo que ve por la tele, de la música que escucha… pero desde un punto de vista digamos “adulto”: una serie válida es aquella en la que no se discrimina a nadie por sexo o raza, donde los chicos se esfuerzan por estudiar, por mejorar, por ir a la Universidad o encontrar un trabajo, donde las guapas rubias no son tontas… pero ciertas cuestiones como tener y utilizar tarjetas de crédito, ir de compras, cuidar un estilo propio (aunque sea por trabajo) no nos llaman la atención porque para nosotros es habitual, nos guste o no. Y eso, con en estas series juveniles de la factoría Disney, tan llenas de colores y de sonrisas perfectas, les ha ido calando por completo, hasta hacerles creer que tienen que vivir con ello por necesidad: hay que llevar cada día un peinado y un vestuario “fashion”, que por supuesto, no se debe repetir; un monedero no sirve si no le cabe una posible tarjeta de crédito (que, por supuesto, piden, como si las regalaran); en cuanto salen de clase tienen que encender el móvil para ver si alguien (¿?) les ha llamado, o les va a llamar…

Creo que estamos todos muy equivocados si pensamos que todo esto es gratis (como las tarjetas de crédito); que el término “pre-adolescente” que utilicé al principio, y que mi hija repite cada diez minutos, es una novedad que yo no sufrí, y que sólo sirve para alejarlos de la niñez cuanto antes, para entrar en el mundo adulto de golpe, con todo lo que eso significa, con todo lo que pierden en ese trance. Pero, para más inri, es un mundo adulto falso, contra el que se acabarán estrellando en cuanto se despisten.

Nuestra sociedad debería plantearse muy en serio qué educación está (estamos) dando a nuestros hijos, porque esta frivolidad, tal cual, vista de lejos, puede resultar atractiva, pero de cerca, nos debería dar mucho, pero mucho miedo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Campanades a morts

Nadie debería jamás sentir el dolor de la pérdida de tres pilares de su vida en apenas dos semanas.
Necesito gritar que es radicalmente injusto que desaparezcan una madre, un hermano, una abuela, así, en un abrir y cerrar de ojos, porque nunca pensé que una persona tuviera esta capacidad para derramar lágrimas, y, sin embargo, estos días atrás, es lo único que nos está permitido.
¿Cómo alguien puede recibir esos tres arañazos en el corazón y seguir adelante?
¿Cómo se le pueden dar tres bofetadas semejantes a una carita tan pequeña?
Esta noche sólo he soñado con muertos...
“Campanades a morts
per les tres boques closes,
ai d'aquell trobador
que oblidés les tres notes!”
(Lluís Llach, "Campanades a Morts" - 1977)

domingo, 13 de septiembre de 2009

Lluvia

Nada mejor que una buena tormenta para limpiarlo todo.
El agua ha estado cayendo con fuerza toda la tarde, y los truenos, que hacían temblar mis cimientos, no han parado de sonar.
Se va el verano. El templado otoño levantino nos traerá renovadas fuerzas.
Seguro.

sábado, 12 de septiembre de 2009

el primer día del resto de nuestras vidas

Cuando escuchaba esta frase siempre era en un contexto de amor caramelizado, y normalmente bastante insostenible: El chico le dice a la chica las palabras mágicas y acaba la película con uno de esos besos que nos convencen de que son de verdad. Luego salimos del cine con la sensación de felicidad que nos provoca la irrealidad.
Este verano inicié la bajada a un pozo del que creí empezar a salir cuando descubrí que el Infierno existe, que no tiene nada que ver con un simple pozo,ni con algo intangible y perteneciente a alguna religión, sino que está aquí, a nuestro alcance (quiero decir, nosotros al suyo). Cuando ves el Infierno, el de verdad, descubres lo que realmente es la Vida, y ese día, justo ése, es el Primer Día del resto de nuestra vida. Y no hay más.
Como en el cuento de Dickens, he viajado con mi particular "Espíritu de las Navidades Futuras",así, en pleno Verano, en plena realidad, y no me ha gustado.
Quiero pensar que todo esto me va a hacer cambiar. Que el Primer Día del Resto de Mi Vida me recuerde que si el Infierno existe, el Cielo también, y yo, pero sobre todo los que tengo cerca, nos lo merecemos.
Pero hay que luchar por él.