viernes, 18 de septiembre de 2009

Pre-adolescencia

Es curioso cómo los intereses socioeconómicos, poco a poco, han ido cambiando su diana, bajando en la escala social hacia los más pequeños.


Me ha llamado la atención especialmente por las preocupaciones “pre-adolescentes” de mi hija de cara a la entrada en el instituto: resulta que me la llevé para hablar “de cosas de chicas” una tarde, y sólo hacía que pensar en sus peinados, en su ropa… Yo no entendía nada, porque en mi casa, ni siquiera cuando yo tenía su edad, no se practica el “shopping”, ni le tenemos especial aprecio a una u otra marca de lo que sea, y así lo hemos venido viviendo con ella… hasta ahora.

Al salir el primer día del instituto, me confesó que su sorpresa había sido mayúscula al ver que “podía vestir tejanos y calzar deportivas”. No el cambio de clases, o la cantidad de profesores, o gente nueva: la normalidad, la continuidad entre el conocido colegio y el desconocido instituto era lo único que le llamó la atención el primer día.

Ahí la sorprendida fui yo: llevamos años preocupándonos de lo que ve por la tele, de la música que escucha… pero desde un punto de vista digamos “adulto”: una serie válida es aquella en la que no se discrimina a nadie por sexo o raza, donde los chicos se esfuerzan por estudiar, por mejorar, por ir a la Universidad o encontrar un trabajo, donde las guapas rubias no son tontas… pero ciertas cuestiones como tener y utilizar tarjetas de crédito, ir de compras, cuidar un estilo propio (aunque sea por trabajo) no nos llaman la atención porque para nosotros es habitual, nos guste o no. Y eso, con en estas series juveniles de la factoría Disney, tan llenas de colores y de sonrisas perfectas, les ha ido calando por completo, hasta hacerles creer que tienen que vivir con ello por necesidad: hay que llevar cada día un peinado y un vestuario “fashion”, que por supuesto, no se debe repetir; un monedero no sirve si no le cabe una posible tarjeta de crédito (que, por supuesto, piden, como si las regalaran); en cuanto salen de clase tienen que encender el móvil para ver si alguien (¿?) les ha llamado, o les va a llamar…

Creo que estamos todos muy equivocados si pensamos que todo esto es gratis (como las tarjetas de crédito); que el término “pre-adolescente” que utilicé al principio, y que mi hija repite cada diez minutos, es una novedad que yo no sufrí, y que sólo sirve para alejarlos de la niñez cuanto antes, para entrar en el mundo adulto de golpe, con todo lo que eso significa, con todo lo que pierden en ese trance. Pero, para más inri, es un mundo adulto falso, contra el que se acabarán estrellando en cuanto se despisten.

Nuestra sociedad debería plantearse muy en serio qué educación está (estamos) dando a nuestros hijos, porque esta frivolidad, tal cual, vista de lejos, puede resultar atractiva, pero de cerca, nos debería dar mucho, pero mucho miedo.

2 comentarios:

  1. No sé si avergonzarme, pero debo reconocer que yo sí me veo en ella cuando iba al instituto. Claro que ahora nos preocupan muchas cosas "más serias" (quizá demasiadas), pero mi preocupación en el instituto sólo era saber si iba a ser aceptada y si mis tejanos estarían a la altura de semejante acontecimiento.
    Lo único que me apena de tu "pre-adolescente" es que yo viví con 15 años lo que ella vivirá con 12... me parece demasiado pronto para sacarles de su mundo de rosa, pero ¡¿"qué hi farem"??!! El mundo no espera y ellos tienen que subirse al carro! ¡Con el tiempo elegirán un recorrido menos frívolo para ese paseo!

    ResponderEliminar
  2. Guapíssima!
    M'encanta retrobar-te aquí. T'enllaço al meu blog. Petons, saps que us porto al cor

    ResponderEliminar